Esta denominación corresponde a las películas realizadas antes de la consolidación del clasicismo, que contrasta altamente con sus características. En el mal llamado Modo de Representación Primitivo, el plano funciona como un cuadro autosuficiente sin necesidad de contigüidad de otra unidad formada por otro plano y ensamblada mediante montaje, dando lugar a una representación desligada de la impresión de realidad y verosimilitud. La autonomía del plano es un rasgo que hace evidente la relación original entre cine y pintura o cine y teatro. El paso de la mostración, con composición interna al cuadro pero sin montaje, a la narración, será gradual y ambos modos de representación coexistirán durante un largo periodo que irá consolidando el hegemónico mediante la integración narrativa (Gunning).
El nacimiento del cine lo impulsaron las tomas documentales de los hermanos Lumière –como La salida de los obreros de la fábrica (La sortie des ouvriers des usines, 1895)– así como las experimentaciones mágicas de Méliès –como El hombre de las mil cabezas (Un homme de têtes, 1898)–.
Vida de un bombero Americano (Life of an American Fireman,George S. Fleming, Edwin S. Porter, 1903) muestra la tensión entre el cine de atracciones y el camino hacia el M.R.I. que supuso el cine de integración narrativa. En el filme guionizado por Porter, la ampliación y homogeneización del espacio de la diégesis coexiste con cierto estatismo del encuadre. Pero, sobre todo, la preferencia por el espectáculo en detrimento de la continuidad narrativa queda patente cuando, tras mostrarse desde dentro del dormitorio cómo el bombero rescata a la mujer y niña cuya casa se quema sacándola por la ventana, la representación de la hazaña se repite trasladándose la ocularización al exterior del edificio.