Acostumbra a recurrir a rasgos propios del clasicismo cinematográfico y se fundamenta en la presencia de un personaje melancólico a través del cual el espectador, que acumula un mayor saber que los personajes, toma conciencia de la herida del tiempo. Tanto los decorados como el vestuario, maquillaje e iluminación están concebidos siguiendo el criterio de verosimilitud y espectacularidad buscando un efecto dramático eficaz. Del mismo modo, la expresión corporal y el rostro son especialmente atendidos para potenciar ese mismo efecto.
En Casablanca (Michael Curtiz, 1942) la intensa niebla envuelve a los amantes en el preciso instante en que Rick convence a Ilsa de que deben separarse. La intensidad del diálogo se corresponde con los planos cercanos que permiten apreciar la convicción del hombre y la tristeza de su amada, reforzada por los violines melancólicos de la banda sonora extradiegética.