Los tres ejes decisorios del ente enunciador en el seno del relato audiovisual (narradores, focalización y ocularización/auricularización) actúan dialéctica y simultáneamente para construir el punto de vista. Y el punto de vista es una posición/perspectiva de carácter moral e ideológico ante el mundo que tiene su origen en la autoría del discurso y su destino en el proceso hermenéutico, sean o no coincidentes los resultados finales de la fruición. Por tanto, en la línea que construye tal perspectiva hay dos tipos de discurso: el discurso en origen (voluntad enunciativa) y el discurso del texto (resultado de la interpretación espectatorial), siendo este último el que podemos denominar, de facto, el discurso-discurso, el verdadero discurso, puesto que solamente la actualización hermenéutica le confiere vigencia. Visto así, lo que verdaderamente importa no es tanto la proporción de saberes, pongamos por caso, que se da en las relaciones narrador–personaje, ni tampoco si la posición de cámara confiere una mirada subjetiva u objetiva, o si una voz narradora instaura un flujo de sentido… lo que importa es qué información es transmitida al espectador por la suma de todos estos factores, atendiendo a ellos de forma simultánea.
Ciertamente, en un primer paso desde la teoría nos vemos obligados a tratar por separado estas cuestiones. La fundamental, en nuestro criterio, es la que tiene que ver con el complejo sistema de narradores que hacen posible la obra audiovisual. Desde esta perspectiva, lo primero que se debe señalar es la diferenciación entre el ente enunciador y el uso que éste hace de elementos delegados, interpuestos y puntos de vista (en tanto ocularizaciones y auricularizaciones), puesto que no necesariamente los unos implican a los otros. El ente enunciador, denominado autor implícito o meganarrador (la terminología en este caso nos es totalmente indiferente, aunque nos inclinamos por la utilización del término meganarrador) siempre está presente en todo relato audiovisual, puesto que es la figura teórica, el ente conceptual que lo edifica.
La constitución de un punto de vista afecta tanto al discurso en origen como al proceso hermenéutico y este es uno de los problemas con que nos encontramos al abordar las teorías desarrolladas al respecto. En líneas generales, la preocupación teórica básica se ha venido situando en escudriñar cuales son las instancias del saber y qué relación establecen estas con narradores y personajes de un relato (esto es el resultado de reflexionar sobre los discursos situándose en su exterior, en una posición ajena que pretende ser objetiva). La propuesta de François Jost, a partir de Genette, para separar la focalización (saber) de la ocularización (visión) y auricularización (sonido), con ser oportuna y, desde nuestra perspectiva, más que correcta, generaba una grieta por la que han ido penetrando algunas contradicciones: lo que para Genette era un todo indesligable, se parcializaba y etiquetaba de manera diferente al aplicarlo al audiovisual. En esta operación importaba más la relación narrador–personaje o enunciación–personaje que el efecto transmisor de información al espectador, si bien Jost dejaba intuir que lo importante era el flujo informativo.
Al tratar discursos audiovisuales, es evidente que la posición de la cámara, el aparato tecnológico, dependiente de una elección enunciativa, condiciona asimismo las definiciones del saber y de la visión. Es por ello que la formulación planteada por André Gardies, separando tres términos, localización (posición de la cámara, de orden tecnológico), mostración (visión, punto de vista óptico, ocularización) y polarización(saber, focalización) resulta especialmente estimulante. La propuesta es más que sugerente porque no sólo no confunde los elementos “saber” y “ver” sino que establece entre ellos un orden jerárquico: el “aparato” que filma (la cámara, antes prácticamente ausente de las reflexiones teóricas de otros autores) produce un componente visual al actuar sobre el profílmico (localización) que deviene en un determinado punto de vista que adjudicamos a un narrador o a un personaje (mostración) y sobre el que se desarrolla un flujo de saberes (polarización) en los que intervienen los tres elementos en comunicación: enunciador, personaje y espectador. El protagonista del proceso es en realidad el espectador, se trata de constituir su saber.