El expresionismo , vanguardia artística propia de la primera década del siglo XX, retoma temas y recursos expresivos propios del Romanticismo y goticismo alemán decimonónicos. El complicado contexto sociopolítico generaba un malestar que emerge en las producciones inquietantes de la época. Algunas de las causas son la derrota militar en la I Guerra Mundial, la depresión económica, el desempleo y la progresiva tensión paralela a la presencia creciente del nacionalsocialismo.
En cualquier caso, alrededor de la década de 1920, el cine alemán recupera estas vertientes de su cultura nacional llevando a cabo representaciones fantásticas y oscurantistas, en numerosas ocasiones provenientes de leyendas medievales. Temas provenientes del Romanticismo y pertenecientes al universo de lo fantástico como el dopplegänger (el doble), los muñecos o figuras inertes que cobran vida, los personajes diabólicos y científicos delirantes… serán retomados por el cine expresionista que recobrará su raíz mitológica para hacer emerger el pasado desde un presente desasosegante.
El conde Orlok Nosferatu, el vampiro (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, F.W. Murnau, 1922) responde a una fisionomía semi monstruosa, que anticipa su naturaleza vampírica con orejas y dientes puntiagudos, manos en forma de fatídicas garras y amenazantes ojos desorbitados.