Aplicado al cine, el término se refiere al conjunto de obras cinematográficas de voluntad transgresora producidas en las primeras décadas del siglo XX por artistas procedentes de otras disciplinas que rechazan las estructuras y técnicas narrativas tradicionales. Las vanguardias suponen un punto de inflexión en la historia cultural reciente dada su exploración de terrenos desconocidos para las retóricas del arte de la época y su experimentación con el lenguaje artístico, alejándolo de la mímesis y la representación aristotélica. En el caso del cine, además, puesto que se trataba de un medio muy joven, la ausencia de una gramática normativa a la que combatir posibilitaba una libertad creativa sin precedentes. Políticamente, esta postura milita con un compromiso social que mira hacia la conflictividad social y el ascenso de los totalitarismos y concibe el arte –y por tanto el cine– como herramienta para transformar la realidad.
Cabe diferenciar dos grupos de cine vanguardista europeo: por un lado, el no figurativo representado sobre todo por el cine abstracto y el cine puro; por otro, dentro del cine figurativo, el dadaísta, el surrealista y el expresionista.