Existe una proximidad cada vez más frecuente entre cine y videojuegos que se materializa en grandes proyectos concebidos de manera multimediática, de modo que grandes superproducciones se complementan con el videojuego de la película y, en otras ocasiones, se realizan películas basadas en videojuegos. Además, asistimos a una hibridación en los lenguajes expresivos que potencian narrativas cinematográficas que utilizan recursos de los videojuegos y viceversa.
Lara Croft: Tomb Raider (Simon West, 2001) genera su historia partiendo del conocido personaje de videojuego haciendo constantes guiños a lo largo de la ficción a la ocularización experimentada por el jugador (por ejemplo, situándose tras las piernas de la protagonista, como en el juego) así como a la habilidad de la protagonista para vencer a sus enemigos combinando las piruetas y el manejo de armas.
En ¡Rompe Ralph!(Wreck-It Ralph, John C. Reilly, 2012) el relato se sumerge en las entrañas del mundo de los videojuegos introduciéndose en el universo diegético de algunos de ellos, a la par que Ralph, que ostenta el rol de malvado en un arcade, se sale de su propio videojuego para conseguir una medalla, logro destinado únicamente a los protagonistas buenos.